Sos
mío ¿entendiste? mío. Yo te puse ese nombre tan lindo. Rayo es lindo ¿no? Es
fuerte, mete miedo. No es un nombre tonto como Pilín. Sólo a la idiota de Nadia
se le pudo ocurrir ese nombre para su mascota. Esa gorda antipática tuvo que
ser, justo ella, la primera de la clase en tener una mascota. Y toda la clase
detrás de ella, repitiendo como idiotas “¡Qué linda mascota, Nadia!”, “¿Me la
prestás, Nadia?”, “¿Qué botón se aprieta?” Y Nadia inflada como para reventar,
con esa sonrisa estúpida en su estúpida cara.
La
maestra también estaba asombrada: “¡Qué linda es! ¿Qué nombre le pusiste?” Hasta
que de repente la voz se le hizo chillona porque se enojó, de repente, como
hacen las maestras y las mamás.
Claro,
la clase era un lío, todos alrededor de Nadia, ninguno quería trabajar, bueno,
en realidad nunca nadie quiere sumar, restar ni hacer dictados ¡nunca!
Fue
mi peor día de escuela, todos los días son malos, pero ese fue el peor.
Por
eso decidí, antes de irme a dormir, que yo también tendría mi mascota. Porque
yo sé cómo conseguir lo que quiero, chillo, chillo, hasta que a papá y mamá les
gano por cansancio, como dicen. Y eso no es difícil porque siempre están
cansados. Papá dice que trabaja mucho. Así que al otro día corrieron a comprarte
¡no iban a pasar otra noche sin dormir!
Yo
creo que cuando uno es grande todo se complica. Vos no sabés de esas cosas
porque sos virtual, pero yo estoy convencido de que es así. Sí, debe ser
complicadísimo trabajar, digo, por la cara que tiene papá cuando llega. Y debe
ser complicado tener una mucama y vigilarla para que no hable por teléfono y no
se la pase viendo telenovelas, como dice mamá, sobre todo porque nunca está. No
sé qué hace, pero estar, no está. Y debe ser complicado ir al country porque
siempre se pelean, cuando vamos y cuando volvemos. Y también ir al supermercado,
pero me parece que lo más complicado de todo debe ser calcular con las
tarjetas, creo que mamá no aprendió bien a sumar y restar, que es tan difícil,
porque cuando llegan esas cartas del banco papá se enoja muchísimo y le grita: “¡Vos
nunca hacés las cuentas!”.
Sí,
yo creo que cuando uno es grande todo se complica.
Por
eso yo chillo y chillo para conseguir lo que quiero. Sólo dos veces no lo
conseguí ¿sabés? Sólo dos veces. Estaba en Jardín, en sala de cuatro. Gonzalo y
Carolina, casi al mismo tiempo, tuvieron un hermanito. A mí me dio mucha rabia,
porque por ese dichoso hermanito podían hacer lo que querían, hasta pegar y
morder. Y la maestra, en vez de retarlos, les decía con esa voz que ponen las
maestras cuando se quieren hacer las buenas: “¿Qué pasa?”, “A ver, contame…“. Pero
cuando yo le pegaba a algún chico o le tiraba del pelo a alguna chica ponía
cara de bruja y me decía: “¡Leandro, vos siempre portándote mal!”
Y
todavía, encima de todo, Gonzalo y Carolina se hacían los agrandados, cuando
venían a buscarlos al colegio con esa cosa que casi no se veía, escondida
debajo de las mantas del cochecito, como si los dichosos hermanitos estuviera
allí por ellos. ¿Ves? Ahora que te lo cuento tengo bronca, mucha, mucha bronca.
Porque
por más que chillé y chillé, y me hice pis de noche, papá y mamá no me dieron el
hermanito.
Ni
siquiera el cachorrito que les pedí, así la muchacha lo traía cuando venía a
buscarme al colegio.
Es
que los bebés, aunque sean de perro, son un lío, hay que cuidarlos y cuidarlos,
no dejan dormir de noche. “Con vos no pudimos dormir por dos años”, dicen
siempre papá y mamá.
Y
claro, uno se cansa. Como yo, que me cansé de cuidar al hámster que me
compraron en vez del hermanito y el cachorro. Lo cuidaba María. Hasta que un
fin de semana largo su mamá se enfermó, ella se fue esos días y nosotros nos
fuimos al country. Cuando volvimos el hámster se había muerto. A mí me dio un
ataque y le rompí la radio a María, que por su culpa se había muerto, para qué
se tuvo que ir, si era la única que lo cuidaba.
Sí,
los bebés son un lío. Y cansan, dan ganas de matarlos, porque siempre están
pidiendo algo.
Hasta
vos, que no sos de verdad, no me dejaste dormir con tus pitidos, a cada momento
querías algo y encima te empacabas si no te hacía caso. Y cuando te puse la
disciplina que te merecías, sólo anduviste bien un tiempo tan corto que ni me
acuerdo. Empezaste otra vez con tus pitidos y te enfermaste de tanto chillido
atragantado. Entonces te di la medicina y nada. Te tuviste que morir como un
imbécil, porque sos un imbécil ¡un imbécil! Y me cansaste ¿oís? ¡me cansaste!
¿Qué te creías, que con tus chillidos me ibas a tener pendiente de vos todo el
día?
Yo
hago lo que quiero y ahora, para que aprendas, te pateo y te rompo y no te hago
nacer de nuevo. No, te tiro a la basura, ahí es donde tenés que estar. Y papá y
mamá me van a comprar dos, y otras dos, hasta que me canse, que para eso
trabajan, para comprar cosas.
Y
les voy a poner el programa que se me antoje y a la primera que me moleste ¡zas!
La desconecto y listo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Se ha habilitado la moderación de comentarios. El autor del blog debe aprobar todos los comentarios.