Quinquela Martín

viernes, 24 de julio de 2020

“Adán” de Susana De Divitiis


Despertó alerta, en una oscuridad sin formas ni reflejos.
Su mano tanteó el cuerpo de ella
y algo tibio atravesó el suyo.
Era tibia también
la piel de cabra que los cubría.
Se levantó en silencio para no sacarla de su abandono.
Al salir de la cueva
un círculo de luz
marcaba  el límite de lo que él pisaba.
Sintió frío.
La sucesión continua de los días
Los hacía inasibles,
sacudidos  cada tanto  por  el bramido del trueno,
por la caída de un rayo,
por el alarido del viento quebrando ramas y árboles.
Por el ataque de fieras.  
El miedo, que dolía en su garganta,
clavaba todo  en la memoria.
Una noche recién nacida del ocaso,
se tendió en el suelo bajo los ojos cansados de las estrellas.
Necesitó, frente a ese infinito  que lo envolvía,
sentir una presencia,
oír una voz que lo llamara por su nombre,
un nombre que lo hiciera único
en medio de tanta inmensidad.
Creyó oír:” Adán”.   
Y él nombró  Eva a esa mujer extraña,
que reía, gemía y lloraba de placer
al mismo tiempo.
Y nombró cada cosa.
Nombró el Sol, la Luna y las estrellas,
la Noche y el Día.
Los frutos de la tierra, el viento,  las nubes y  la lluvia.
Y volvió a nombrar a Eva para que  perdurara en su nombre,
para no perderla.
Para ahuyentar el miedo
cuando el temporal  entraba en la cueva,
cuando su cuerpo se convulsionaba por la  fiebre, 
cuando volvía de la caza
con las manos vacías.             
Entonces la abrazaba tan fuerte
que eran uno.
Eva  estaba extraña, replegada.
El vientre crecido  a punto de estallar.
Una noche  gritó  como el desgarro del mundo
y se aferró a su mano.
-¡Ayúdame! Ayuda a que salga- suplicó. 
las piernas abiertas y jadeando.
Él sintió el ardor de una estaca
que le revolvía las entrañas.
Un miedo nuevo lo paralizaba.
-Ayúdame a que salga- repitió ella.
Él vio asomar algo oscuro,
redondo y sangrando. 
¡Qué Eva no muera! Rogó.
Temblando  recogió un fruto
más húmedo y caliente que el de los naranjos.
Le secó a ella la frente, lo  puso en sus brazos
y lo miró.
Estaba  hecho a su imagen.
Afuera, en la noche,  buscó algo entre las estrellas
y dio gracias.               



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