Nos dijimos
adiós sin siquiera habernos presentado
porque así
son los estragos de la madurez.
El amor fue
una crucifixión con mártires a cuenta
una
contradicción de adultos a la fuga.
un sudor de
la lluvia vuelta nada en el viento.
No nos
atrevimos nunca.
Un atardecer
que se estaba suicidando de belleza
nos vio
mirarnos y partir sin decirnos nada,
con la
absurdidad del miedo y un pudor a la vuelta de la arruga
justo donde
el aire se convierte en asfixia.
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