Poco sé de la
noche
pero la noche
parece saber de mí,
y más aún, me
asiste como si me quisiera,
me cubre la
existencia con sus estrellas.
Tal vez la
noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la
noche es nada
y las conjeturas
sobre ella nada
y los seres
que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme
vacío de los siglos
que nos
arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche
ha de conocer la miseria
que bebe de
nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella debe
arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas
llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede
que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima
inmensa delira
y grita que
algo se fue para siempre.
Alguna vez
volveremos a ser.
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