Laura y Daniel habían decidido vivir juntos, temporalmente en la casa que solía ser de él, para que los chicos no sufran más cambios. Pasadas varias semanas los hijos de Daniel se habían ajustado gradualmente a la nueva dinámica en la casa. Una tarde, mientras estaban ocupados organizando algunos muebles en el patio trasero, vieron a los abuelos de los chicos, los padres de Claudia, caminando hacia la casa con expresión preocupada en sus rostros. Laura notó la tensión en el ambiente y miró a Daniel. Él suspiró profundamente, sabiendo que ese momento era inevitable y que tendría que enfrentar algunas preguntas difíciles.
Los
abuelos, Don Miguel y Doña Lucía, se acercaron con cautela, Don Miguel miró a Daniel
con intensidad, mientras Doña Lucía observaba a Laura con una mezcla de
curiosidad y preocupación. Comenzó Don Miguel en tono serio, querían saber
dónde estaba Claudia, le preocupaba no saber nada de ella desde semanas. Daniel
se aclaró la garganta antes de responder, consciente de que necesitaba manejar
la situación con delicadeza. Entendía la preocupación de ambos, pero habían
tomado la decisión de separarse. Doña Lucía lo interrumpió con un suspiro de
sorpresa y cara de preocupación, sentía que Daniel estaba mintiendo.
Daniel
miró a Laura brevemente antes de continuar. Con Claudia habían tenido problemas
en la relación durante mucho tiempo y ella había decidió que era mejor para
todos separarse, le explicó a Doña Lucia, tratando de elegir sus palabras con
cuidado. Don Miguel, preocupado por los chicos, quería saber dónde estaban sus
nietos, cómo estaban y quién los estaba cuidando. Laura decidió intervenir,
sintiendo la necesidad de aclarar la situación y ofrecer tranquilidad a los
abuelos, les contó que los chicos estaban con ellos, en la casa y que ella los
estaba cuidando mientras Daniel y Claudia atravesaban este momento difícil. A Doña
Lucía se le desfiguró la cara al escucharla, aún tenían preguntas, pero ahora
querían ver a sus nietos. Lo dijo con una firmeza en la voz que Daniel aceptó
inmediatamente proponiéndoles que vayan al parque de la casa, los chicos
estaban jugando ahí.
Daniel
les aseguró que Claudia estaba bien, tomando tiempo para sí misma, trabajando
en un acuerdo para que ellos puedan ver a los niños regularmente, esperando tranquilizarlos. Los abuelos
salieron al parque a reencontrarse con sus nietos, se escuchaban risas y
muestras de alegría que venían del jardín. Laura miró a Daniel con gesto de
incertidumbre.
Una
vez que los abuelos se fueron, Laura y Daniel se miraron el uno al otro, aunque
habían enfrentado una conversación difícil, se abrazaron, fortalecidos por el
apoyo mutuo. En cambio, Don Miguel y Doña Lucía se sentían cada vez más
angustiados por la falta de noticias, a pesar de las promesas de Daniel, la incertidumbre
se había vuelto insoportable para ellos. Finalmente, decidieron tomar medidas
más drásticas.
Una
tarde, Laura y Daniel estaban en la casa ocupados con los chicos cuando un
oficial de policía llamó a la puerta. Daniel abrió, y su rostro se tensó al ver
al oficial uniformado que se presentó y les informó que los padres de Claudia
habían denunciado su desaparición. Laura se acercó a Daniel, que se presentó
como el esposo de Claudia, preguntándole si podían hablar dentro de la casa. Una
vez dentro, se sentaron en la sala de estar. El oficial sacó una libreta y una
birome listo para tomar notas. Les explicó que los padres de Claudia no le creían
a Daniel y estaban muy preocupados porque no habían tenido contacto con ella durante
meses. Habían acudido a la policía porque necesitaban saber que había pasado con su hija.
Daniel
se mostraba sereno, repitió que Claudia lo había dejado, a él y a los chicos. Ella
necesitaba espacio y tiempo para reflexionar sobre su vida, él no sabía mucho
de ella desde entonces, pero tenía una dirección que le había dejado escrita por
si había una emergencia. Daniel fue a su escritorio, en la sala quedaron el oficial
y Laura que miraba al piso, cuando volvió estaba con un papel en la mano con la
información que Claudia le había proporcionado. El oficial tomó el papel y lo
miró detenidamente, era un dato nuevo que cambiaba el rumbo de la investigación.
Tenía que verificar esa información, el domicilio estaba ubicado en un pueblo
de la Patagonia, mientras tanto, necesitaba que ellos lo mantuvieran informado
sobre cualquier noticia o contacto que puedan tener con Claudia. Laura
intervino solo para expresar que querían lo mejor para Claudia y los chicos,
pidiéndole sinceramente que haga todo lo posible para encontrarla y asegurarse de
que ella esté bien. El oficial la miró con seriedad, agradeció la cooperación y
les prometió que los iba a mantener informados sobre cualquier novedad.
Después
que el oficial se fue quedaron en silencio, procesando lo que había sucedido. La
situación se había vuelto más seria y complicada. Laura estaba preocupada y se preguntaba si
realmente Claudia estaba bien. Daniel suspiró, mirando a los chicos que jugaban
en la sala, no lo sabía, sólo esperaba que esté bien y que pudieran resolver
esto pronto. A Laura le inquietaba por qué él no había dicho antes que Claudia
había dejado una dirección. Él, visiblemente cansado, había pensado que no era
relevante, ella le había pedido espacio y él había respetado su decisión.
Laura
lo miró con desconfianza, sentía que le estaba ocultando cosas y quería saber
que más no le había dicho. Daniel la miró con expresión endurecida, la tensión
en la habitación era palpable. Dio un paso atrás tomando aire profundamente,
estaba haciendo lo mejor que podía, era una situación es difícil para todos, Laura
accedió, pero sus ojos mostraban que aún no estaba satisfecha con las
respuestas de Daniel, necesitaba que él sea completamente honesto, no podía seguir
viviendo en la incertidumbre.
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