La
policía investigaba un presunto homicidio seguido de la desaparición de la
víctima, en un mar de dudas e incertidumbres. La última persona que había visto
con vida a Claudia era Daniel y los investigadores trataban de resolver el
enigma sí Laura había participado del homicidio o sólo en la desaparición del
cuerpo. El caso había tomado estado público, con elementos que lo hacían
atrapante al ser una historia bañada de misterio. Una joven madre dedicada a
sus dos hijos, desaparecida, un marido, el presunto asesino que tenía una
amante joven y bonita que lo había dejado cansada de esperar que se divorcie. Ante
el asedio de la prensa Laura se recluyó en la casa de su madre, no salía, no
recibía visitas, no escuchaba noticias, no prendía la TV, estaba desconsolada e
irreconocible.
Inesperadamente
la policía recibió el testimonio de un vecino de la casa de Daniel, donde
afirmó que, el día de la desaparición, vio humo saliendo de la chimenea, presumiendo
así que la pareja se estaba deshaciendo de evidencias incriminatorias, ya que en
ese momento había una temperatura de 28 grados en la ciudad.
La madre
de Laura llegó a la casa apresurada interrumpiendo sus compras y la abrazó
llorando. Laura supuso que la madre se había enterado que venían a buscarla
para llevarla presa. No era eso, su mamá se había enterado que cuando la
policía allanó la casa de Daniel lo encontró colgado. Se había suicidado
dejando una nota, su cuerpo estaba ahora en la morgue y la carta estaba siendo
estudiada por los peritos. Aturdida por la noticia Laura se dejó caer de
rodillas, el suicidio de Daniel la había dejado en shock. No podía parar de
llorar desconsoladamente, repetía que su único delito había sido ser una
persona confiada y no creer en la maldad de la gente.
El día no
terminó ahí, la policía llegó de nuevo, esta vez con una orden de arresto para
ella con el cargo de conspiración para cometer homicidio y
encubrimiento, fue esposada, al salir de la casa fue insultada y agredida por
la gente que la esperaba. Finalmente, para evitar problemas fue alojada en una
prisión federal donde fue interrogada intensamente. A pesar de que seguía
manteniendo su inocencia, las pruebas en su contra eran muchas pero
circunstanciales.
En
la cárcel, mientras esperaba el juicio, su mente no dejaba de dar vueltas a los
eventos de los últimos meses. Le insistía a su abogado que quería leer la nota
que había dejado Daniel y luego de varias peticiones le fue entregada una copia
“Amados hijos, no tengo valor de pagar por algo que no hice, los esperamos para
abrazarnos los cuatro en el cielo”.
El
juicio fue una experiencia agotadora. Los fiscales presentaron pruebas forenses
que vinculaban a Laura con la escena del crimen. Los testimonios de los vecinos
y conocidos de Claudia y Daniel no ayudaron a su causa. Los Fiscales mostraron las
grabaciones de las cámaras de seguridad del barrio donde vivían Claudia y
Daniel, el día de la desaparición, en la
que se ve a Laura manejando una camioneta y parando en contenedores de basura
para tirar bolsas negras, donde se hallaron prendas con ADN de la víctima.
Además, mostraron prendas con sangre de Claudia secuestradas en la camioneta de
Laura.
La
Defensa contestó que Laura había reconocido desde un principio tirar bolsas con
cosas de Claudia, pero eso era circunstancial y no probaba su participación en un
homicidio. Como defensa a las pruebas forenses, sus abogados
argumentaron que Daniel había manipulado la escena del crimen para incriminarla.
Sostenían que ella se había cruzado con un psicópata que la usó de
coartada y por su culpa había quedado en medio de todo esto. Pero
la falta de evidencia directa que apoyara esta teoría debilitó su defensa.
Laura, por su parte, se mantuvo firme en su inocencia.
Durante
una de las audiencias, una pieza clave de evidencia salió a la luz. Un vecino
de Daniel, que hasta entonces había permanecido en silencio por miedo a
represalias, testificó haberlo visto moviendo lo que parecía ser un cuerpo
envuelto en una manta hacia la camioneta de Laura en la noche de la
desaparición de Claudia. Esto proporcionó un rayo de esperanza, pero no fue
suficiente para absolverla completamente.
La
Fiscalía remarcó las contradicciones sosteniendo que las tres veces que Laura
fue llamada a declarar a la policía, hubo inconsistencias en sus dichos. Situación
negada por su Defensa, alegando que ella siempre se había declarado inocente,
pero el Juez no permitió escuchar las grabaciones de los interrogatorios.
Por
último, un vecino de Daniel, a quién se le otorgó inmunidad por un delito de
extorsión a cambio de su testimonio, en la última audiencia declaró que Daniel
en una oportunidad había dicho “Claudia si me quiere dejar la voy a matar”, a
pesar de las quejas de la Defensa el testimonio fue declarado válido.
Al
momento de los alegatos la Fiscalía describió a Laura como una
mujer enamorada, atrapada en una relación complicada. Lo que según, el Fiscal,
la hacía capaz de cualquier cosa.
La
Defensa pidió la inocencia de Laura. Les dijo a los Jurados que la
investigación dejaba más dudas que certezas. No había pruebas para condenar, no había nada,
ni siquiera un cuerpo. Sostuvo que luego del suicidio del principal sospechoso,
Laura era
la única persona juzgada por la desaparición de Claudia. Afirmando que la
estaban haciendo pagar en lugar de otra persona y que la prensa
se había aprovechado de la imagen de Daniel, tergiversando los hechos, por la
necesidad de la policía de culpar a alguien y dar respuesta a la presión que había
ejercido la sociedad. Luego se le concedió la palabra a Laura que llorando les
dijo a los Jurados que era inocente y estaba profundamente triste
por Claudia y su familia.
Los doce
Jurados iniciaron su deliberación que duró tres días corridos. Mientras
las horas pasaban, Laura se hundía más en la desesperación. Su familia y amigos,
aunque la apoyaban, empezaban a perder la esperanza de una sentencia favorable.
La única persona que seguía luchando incansablemente era su madre, quien se
dedicó a revisar cada detalle del caso.
Al momento de oír el
veredicto del lado izquierdo de la sala se encontraban los familiares y amigos
de Laura, y del otro, en primera fila, los padres de Claudia y sus dos hijos.
El Juez le pidió a la Defensa que se ponga de pie para escuchar la decisión de
Jurado, el Presidente del Jurado tomó la palabra “al cargo de conspiración para
cometer homicidio inocente”, “al cargo encubrimiento de homicidio culpable”.
Los padres e hijos de Claudia rompieron en llanto con cierta alegría. La madre
y amigas de Laura también rompieron el llantos, pero de tristeza. Recuperado el
orden en la sala el Juez sentenció a Laura a diez años de prisión con
posibilidad de solicitar libertad condicional al cumplir siete años de condena.
Lo que le tocó vivir a
Laura fue una injusticia. Siguieron luchando para demostrar su inocencia, pero la
sentencia fue confirmada por la Cámara de Apelaciones. El único error de Laura
fue enamorarse de un hombre que la engañó y la manipuló. Cualquiera pudo haber
sido víctima de una persona así, la sociedad quería un culpable y ella tuvo que
pagar porque Daniel, encima, se suicidó.
Fin
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