Los días continuaron con relativa tranquilidad. Una mañana Daniel le avisó que tenía que atender unos asuntos urgentes. Pasaron horas y luego días sin noticias de él. Laura al principio trató de mantenerse calmada, pensando que quizás estaba ocupado resolviendo alguna complicación, pero a medida que los días se convirtieron en semanas, su preocupación se transformó en desesperación. Intentó llamarlo innumerables veces, pero su teléfono estaba apagado. Visitó los lugares que solía frecuentar, pero nadie lo había visto. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo alarmante, en todo el tiempo que habían estado juntos, ella no sabía la dirección exacta de la casa donde vivía con Claudia y sus hijos. Esta revelación la dejó perpleja. Desesperada, incluso consideró en ir a la policía, pero temía las repercusiones dada la influencia de la familia de Claudia. Finalmente, pasadas las tres semanas, Daniel apareció en la puerta de su casa, demacrado y visiblemente agotado.
Con la
alegría de verlo nuevamente lo abrazó lo más fuerte que pudo, preguntándole
donde había estado. Ella le contó de su preocupación, de los días que pasaron
sin tener noticias de él, sin saber qué hacer para no empeorar la situación con
la familia de Claudia. Daniel la sostuvo y notó que el cuerpo de Laura temblaba.
Se disculpaba por la falta de noticias en tantos días, pero la familia de
Claudia lo había retenido en un lugar remoto y lo mantuvieron ahí, querían que
firmara unos documentos que podrían perjudicarlo y hacer que perdiera cualquier
derecho sobre sus hijos. Lo amenazaron con lastimarla a Laura si no lo hacía. Le
confesó que no podía arriesgarse a que le hicieran algo a ella y firmó los
papeles que le dieron sin dejar que los pudiera leer.
Laura
lo miraba tratando de procesar lo que estaba escuchando, no podía salir de su
asombro, la familia de Claudia lo había secuestrado, lo habían obligado a
firmar documentos bajo coacción sin que pudiera leerlos con la amenaza de
lastimarla. Daniel asintió con los ojos llenos de cansancio, le afirmó que prácticamente
lo habían secuestrado. Querían que firmara unos papeles que lo obligaban a
renunciar a cualquier reclamo financiero y a la custodia de sus hijos, todo a
cambio de la seguridad de ella. Él no podía dejar que la familia de Claudia la
lastimara y finalmente firmó para ganar tiempo y encontrar una manera de
revertir eso legalmente.
Laura
sintió una mezcla de alivio y angustia. Alivio porque Daniel estaba a salvo y
de vuelta, pero angustia por el peligro en el que se encontraban. Necesitaban
ayuda, un abogado que pudiera protegerlos y deshacer cualquier cosa que Daniel haya
firmado bajo coacción. No podían dejar que la familia de Claudia siga
controlando sus vidas. Daniel le dio la razón, ya no podían manejar esto solos,
había que encontrar un abogado y comenzar a luchar de manera más estructurada.
Estaba cansado de vivir con miedo y de poner en riesgo a las personas que amaba.
Pasados
unos días Daniel llegó a la casa de Laura más tarde de lo habitual,
visiblemente cansado después de un largo día. Ella lo esperaba en la sala,
sentada en el sofá con el teléfono celular en la mano y una expresión de enojo.
Un amigo le había mostrado una foto en redes sociales donde se lo veía a
Daniel, en un centro comercial, abrazado a una mujer y con dos chicos. En el
comentario de la foto se leía “Daniel, Claudia, Lucas y Sofía juntos para siempre”
y un “me gusta” de Daniel. Al ver la foto se quedó paralizado, con su rostro
palideciendo mientras procesaba lo que Laura le acababa de mostrar. Se sentó
lentamente en una silla frente a ella, respirando profundamente antes de
hablar. Podía explicarlo, era una foto vieja. Laura le acercó el celular y
mientras le mostraba la foto le remarcaba que había sido subida hace 20 días,
justo en el momento que él supuestamente había sido secuestrado. Los ojos de
Daniel delataban el nerviosismo que sentía. Le contestó que era complicado,
pero que podía explicarlo. La voz de
Laura temblaba mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Le
exigía explicaciones. Las preguntas de Laura se acumulaban ¿Complicado cómo?
¿Me has estado mintiendo todo este tiempo? ¿La seguís amando? ¿Era mentira que
te secuestraron? Daniel no daba respuestas. Él cerró los ojos por un momento,
como si intentara reunir valor y apenas audible le contestó que era una
situación complicada y nunca supo cómo decírselo sin lastimarla.
Laura
lo miró incrédula. No podía calmarse y las preguntas salían de su boca, una
tras otra ¿Pensabas que esconderlo era la mejor opción? ¿Cuánto tiempo más planeabas
seguir con esta mentira? ¿Estuviste con tu familia esos días que desapareciste?
Daniel comenzó respondiendo que no era una mentira. Al mirar la expresión en la
cara de Laura cambio su forma de responder, pero no era simple. Había intentado
manejar ambas vidas porque no quería perderla, sabía que sonaba egoísta, pero
estaba atrapado. El secuestro había sucedido tal como le contó, sería incapaz
de mentirle en eso, explicó Daniel con su voz quebrándose.
Laura
se levantó incapaz de contener su ira y el dolor. No podía seguir así.
Necesitaba saber quién era realmente Daniel y cuál era su lugar en la vida de
él, no podía vivir más en la incertidumbre. Él la miró con desesperación, sabía
que Laura había llegado a un límite, le rogó que le diera una oportunidad. Él
podía explicarlo todo, esa foto era vieja, aseguró, Claudia la subió a las
redes para ocultar su secuestro. Le afirmó que estaba seguro que Claudia había
quedado embarazada por su dinero y que él le había ocultado todo esto porque no
quería complicar aún más las cosas entre ellos. Laura lo miró con sus ojos
llenos de lágrimas, sintiéndose traicionada y pérdida. Necesitaba tiempo para
pensar y procesar todo esto. No sabía sí podía perdonarlo, pero necesitaba
tiempo para entender lo que sentía y le pidió que se fuera.
Daniel
se mostraba comprensivo, volvió a jurarle amor sincero y que haría todo lo
posible por arreglar esto. Mientras cerraba la puerta, Laura quedó hundida en
sus pensamientos.
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