Laura, definitivamente distanciada emocionalmente de Daniel, no podía dejar de pensar en las prendas con sangre que la policía había encontrado en su camioneta. Una noche los noticieros informaron que se habían encontrado pruebas en un área remota a las afueras de la ciudad que llevarían a concluir que pertenecían a Claudia, quién habría sido asesinada. Al otro día las noticias confirmaron que encontraron ropa y calzado que correspondía a Claudia, y las pruebas forenses revelaron rastros de ADN que vinculaban a dos personas, que aún no tenían identificadas, con las ropas encontradas. Con esta nueva evidencia, la policía arrestó a Daniel y a Laura, a quienes, después de entregar material genético para compararlo con los rastros hallados, los interrogaron por separado.
Esperando ser interrogada Laura tenía su mente en
blanco. No podía comprender cómo había llegado a esta situación, fue llevada a
una sala donde un oficial la esperaba, habían encontrado rastros de sangre y
prendas en su vehículo que eran evidencia contundente. Necesitaba decir todo lo que sabía sobre la
desaparición de Claudia si quería evitar una condena a perpetua. Laura, con voz
temblorosa, respondió que no sabía cómo llegaron esas cosas a su camioneta. Ella
no había hecho nada, era inocente. El Oficial la miró con dureza, las pruebas
eran claras, necesitaban que fuera honesta. Laura sostuvo que había
llegado a la conclusión de que Claudia había sido asesinada y que Daniel era el
responsable. Las prendas en su camioneta apuntaban a que alguien quería
incriminarla, y él era el único con motivos para hacerlo.
El oficial le contó que, del
allanamiento a la casa, se descubrieron más detalles sobre las finanzas
de Daniel y su relación con los padres de Claudia. Los documentos
secuestrados revelaron que no había ningún instrumento relacionado con un
empleo reciente, ni recibos de sueldo, ni acciones, ni contratos de trabajo a
nombre de Daniel. En cambio, se encontraron extractos bancarios que mostraban
transferencias de grandes sumas de dinero provenientes de la cuenta de los
padres de Claudia. Entonces le preguntó, ¿cuál sería el motivo de Daniel para
asesinarla si nunca había tenido un trabajo fijo y siempre había dependido
económicamente de sus suegros? Laura sintió un nudo en el estómago, no tenía
respuestas.
Las horas pasaban mientras Laura respondía a todas
las preguntas de la policía, reiterando su inocencia una y otra vez. El oficial
le contó que aún no habían encontrado el cuerpo, pero ya estaban
trabajando sobre la teoría de homicidio y posterior desaparición del cuerpo. Los
únicos sospechosos eran Daniel y ella. Laura, devastada por la noticia se echó
a llorar desconsoladamente.
Mientras
tanto, su mamá, angustiada por la situación, buscaba desesperadamente la manera
de ayudarla y llegó con un abogado dispuesto a tomar la defensa y esclarecer la
situación.
La familia de Claudia también fue contactada y, a
pesar del dolor, sintieron cierto alivio porque siempre supieron que Laura y
Daniel podían estar involucrados más de lo que habían dejado entrever.
A
los pocos días ambos fueron excarcelados y, aunque Laura no lo sabía, Daniel la
había incriminado en el caso con el objetivo de desviar la atención de sí mismo.
Recuperada la libertad, Laura decidió mudarse temporalmente a la casa de su
madre.
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