El negro manto que la noche umbría tiende en el mundo, a descansar convida. Su cuerpo extiende ya en la tierra fría cansado el pobre y su dolor olvida.
También el rico en su mullida cama duerme soñando avaro en sus riquezas; duerme el guerrero y en su ensueño exclama: -soy invencible y grandes mis proezas.
Duerme el pastor feliz en su cabaña y el marino tranquilo en su bajel; a éste no altera la ambición ni saña; el mar no inquieta el reposar de aquel.
Duerme la fiera en lóbrega espesura, duerme el ave en las ramas guarecida, duerme el reptil en su morada impura, como el insecto en su mansión florida.
Duerme el viento, la brisa silenciosa gime apenas las flores cariciando; todo entre sombras a la par reposa, aquí durmiendo, más allá soñando.
Tú, dulce amiga, que tal vez un día al contemplar la luna misteriosa, exaltabas tu ardiente fantasía, derramando una lágrima amorosa,
duermes también tranquila y descansada cual marino calmada la tormenta, así olvidando la inquietud pasada mientras tu amiga su dolor lamenta.
Déjame que hoy en soledad contemple de mi vida las flores deshojadas; hoy no hay mentira que mi dolor temple, murieron ya mis fábulas soñadas.
Dolores Veintimilla de Galindo, escritora ecuatoriana.
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