Cuerpo de monja virgen, por el ayuno laso.
Yo vi sus ojos húmedos de inmaterial ternura; y, de la piel suntuosa que envuelve su estructura, miré, en aquella noche, más transparente el raso.
Pálida enferma llena de su melancolía; cuerpo con el prestigio de los marfiles viejos; era su voz tan tenue como un rumor de lejos; toda ella era un perfume que se desvanecía…
Cuando marchó a su estancia me dió su mano breve y yo la vi alejarse con un andar tan leve, que era un frú-frú de alas el eco de su planta…
Y quise -en la suprema tensión de mi cariño- mecerla entre mis brazos, como si fuese un niño, para que se durmiese con una canción santa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Se ha habilitado la moderación de comentarios. El autor del blog debe aprobar todos los comentarios.