AUNQUE DICEN
que sólo los imbéciles son felices,
confieso que me sentía feliz.
Compartir mis días y mis noches con la
niña mala
me llenaba la vida.
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CUANDO CRECÍ
Cuando creí
que iba a perder la razón ante
tanto sufrimiento.
Así descubrí
que un ser humano no puede vivir
sin creer.
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LA EXORCISTA
Mi vida parece sin misterio y
monótona
a quienes me ven
de paso a la oficina
en las mañanas apuradas.
La verdad es muy distinta.
Cada noche debo salir a pelear
contra un espíritu malvado
que, valiéndose de
disfraces -perro, grillo,
nube, lluvia, vago,
ladrón- trata de
infiltrarse en la ciudad
para estropear la vida humana
sembrando
la discordia.
A pesar de sus disfraces yo
siempre lo descubro
y lo espanto.
Nunca ha conseguido engañarme
ni vencerme.
Gracias
a mí, en esta ciudad
todavía es posible
la felicidad.
Pero los combates nocturnos me
dejan exhausta y magullada.
En pago de mis
refriegas contra el enemigo,
les pido unas sobras
de afecto y amistad.
**
SUSPIRÓ
Suspiró,
abrumado por los niveles de
imbecilidad
que padecía el mundo.
cuyos pétalos no se terminan jamás
de deshojar.
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