1. Coney Island
Rosa de claras risas que golpea siempre un mismo jirón de luz y a un blanco río de trópico que duerme va girando, girando en la noche amante.
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2. Escribiste: «Estos muros se hacen transparentes cuando te siento. Mañana traigo los libros. Te besa». Mi libertad había nacido tras aquellas paredes. El calabozo núm. 3 se extendía como un amanecer. Su día era vasto. El pobre carcelero se creía libre porque cerraba la reja, pero a través de ti yo era innumerable.
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3. Vengo de un reino extraño, vengo de una isla iluminada, vengo de los ojos de una mujer. Desciendo por el día pesadamente. Música perdida me acompaña.
Una pupila cargadora de frutas se adentra en lo que ve.
Mi fortaleza, mi última línea, mi frontera con el vacío ha caído hoy.
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4. Sola, insegura, apremiante palabra, casa sin atavío.
Para ella desearía la fuerza de los árboles.
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5. Te extiendes, camino de arena, más suave que la memoria de un ciego.
Salimos a recorrer la ciudad. Tú te tiendes sobre una tibia hojarasca, Más tarde me encuentras, tocas mi hombro y te vuelves noche.
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6. Tú que caminas esta noche en la soledad de la calle, vas llena de besos que no has dado. Del amor ignoras la escritura prodigiosa.
Aunque no me conoces, en mi cuerpo tiembla el mismo mar que en tus venas danza. Recibe mis ojos milenarios, mi cuerpo repetido, el susurro de mi arena.
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7. Una urbe áspera sella mi boca.
Yo viajo a los espacios transparentes. Conmigo está tu chal de lana, el viejo fonógrafo que cuidabas tanto, tus zarcillos con que ibas al mercado, tu pulsera de oro, la vajilla humilde. El perro que nos despertaba pasa su hocico por mi lecho. No es magia, sencillamente nada he olvidado a no ser que existo sin ti.
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8. You
Tú apareces, tú te desnudas, tú entras en la luz, tú despiertas los colores, tú coronas las aguas, tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor, tú rematas la más cegadora de las orillas, tú predices si el mundo seguirá o va a caer, tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava, tú reinas en el centro de esta conflagración y del primero al séptimo día tu cuerpo es un arrogante palacio donde vive el temblor.
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