IV
Pero él ni de a vainas, de perdido, nuestras fiestas lo
aburrían,
de sobrado avejentado, no
iba porque tenía otras mejores donde me divierto más. Lo que pasa
es que no te gustan las chicas decentes, decían ellas, y él
como amigas
claro que sí, y ellas sólo las cholas, las medio pelo, las
bandidas
y, de pronto, Pichulita, sssí le gggggustabbbban, comenzaba,
las
chicccas decenttttes, a tartamudear, sssólo qqqque la
flaccca Gamio
nnno, ellas ya te muñequeaste y él addddemás no habbbía
tiempo
por los exámmmenes y ellos déjenlo en paz, salíamos en su
defensa,
no lo van a convencer, él tenía sus plancitos, sus
secretitos, apúrate
hermano, mira qué sol, La Herradura debe estar que arde,
hunde la
pata, hazlo volar al poderoso Ford. Nos bañábamos frente a
Las Gaviotas
y, mientras las cuatro parejas se asoleaban en la arena,
Cuéllar
se lucia corriendo olas. A ver esa que se está formando,
decía
Chabuca, esa tan grandaza ¿podrás? Pichulita se paraba de un
salto,
le había dado en la yema del gusto, en eso al menos podía
ganarnos:
lo iba a intentar, Chabuquita, mira. Se precipitaba corría
sacando pecho,
echando la cabeza atrás se zambullía, avanzaba braceando
lindo,
pataleando parejito, qué bien nada decía Pusy, alcanzaba el
tumbo
cuando iba a reventar, fíjate la va a correr, se atrevió
decía la
China, se ponía a flote y metiendo apenas la cabeza, un
brazo tieso y
el otro golpeando, jalando el agua como un campeón, lo
veíamos subir
hasta la cresta de la ola, caer con ella, desaparecer en un
estruendo
de espuma, fíjense fíjense, en una de ésas lo va a revolcar
decía Fina, y lo veían reaparecer y venir arrastrado por la
ola, el
cuerpo arqueado, la cabeza afuera, los pies cruzados en el
aire, y lo
veíamos llegar hasta la orilla suavecito, empujadito por los
rumbos.
Qué bien las corre, decían ellas mientras Cuéllar se
revolvía contra la
resaca, nos hacía adiós y de nuevo se arreaba al mar, era
tan simpático,
y también pintón, ¿por qué no tenia enamorada? Ellos se
miraban
de reojo, Lalo se reía, Fina qué les pasa, a qué venían esas
carcajadas, cuenten. Choto enrojecía, venían porque sí, de
nada y
además de qué hablas, qué carcajadas, ella no te hagas y él
no, si no
se hacía, palabra. No tenía porque es tímido, decía
Chingolo, y Pusy
no era, que iba a ser, más bien un fresco, y Chabuca
¿entonces por
qué? Está buscando pero no encuentra, decía Lalo, ya le
caerá a alguna,
y la China falso, no estaba buscando, no iba nunca a
fiestas, y
Chabuca ¿entonces por qué? Sabe, decía Lalo, se cortaba la
cabeza
que si, sabían y se hacían las que no, ¿para qué?, para
sonsacarles,
si no supieran por qué tantos por qué, tanta mirada rarita,
tanta malicia
en la voz. Y Choto: no, te equivocas, no sabían, eran
preguntas
inocentes, las muchachas se compadecían de que no tuviera
hembrita
a su edad, les da pena que ande solo, lo querían ayudar. Tal
vez
no saben pero cualquier día van a saber, decía Chingolo, y
será su
culpa ¿que le costaba caerle a alguna aunque fuera sólo para
despistar?,
y Chabuca ¿entonces por qué?, y Mañuco qué te importa, no lo
fundas tanto, el día menos pensado se enamoraría, ya vería,
y ahora
cállense que ahí está. A medida que pasaban los días,
Cuéllar se volvía más huraño con las
muchachas, más lacónico y esquivo. También más loco: aguó la
fiesta
de cumpleaños de Pusy arrojando una sarta de cuetes por la
ventana,
ella se echó a llorar y Mañuco se enojó. fue a buscarlo, se
trompearon, Pichulita le pegó. Tardamos una semana en
hacerlos
amistar, perdón Mañuco, caray, no sé qué me pasó, hermano, nada,
más bien yo te pido perdón, Pichulita, por haberme
calentado, ven
ven, también Pusy te perdonó y quiere verte; se presentó
borracho
en la Misa de Gallo y Lalo y Choto tuvieron que sacarlo en
peso al
Parque, suéltenme, delirando, le importaba un pito, buitreando,
quisiera
tener un revólver, ¿para qué, hermanito?, con diablos
azules,
¿para matarnos?, sí y lo mismo a ese que pasa pam pam y a ti
y a mí
también pam pam; un domingo invadió la Pelouse del Hipódromo
y
con su Ford ffffuum embestía a la gente ffffuum que chillaba
y saltaba
las barreras, aterrada, ffffuum. En los Carnavales, las
chicas le
huían: las bombardeaba con proyectiles hediondos,
cascarones, frutas
podridas, globos inflados con pipí y las refregaba con
barro, tinta,
harina, jabón (de lavar ollas) y betún; ¡salvaje!, le
decían, cochino,
bruto, animal, y se aparecía en la fiesta del Terrazas, en
el Infantil
del Parque de Barranca, en el baile del Lawn Tennis, sin
disfraz, un
chisguete de éter en cada mano, píquiti píquiti juas, le di,
le di en los
ojos. ja ja, píquiti píquiti juas, la dejé ciega, ja ja, o
armado con un
bastón para enredarlo en los pies de las parejas y echarlas
al suelo:
bandangán. Se trompeaba, le pegaban, a veces lo defendíamos
pero
no escarmienta con nada, decíamos, en una de éstas lo van a
matar.
Sus locuras le dieron mala fama y Chingolo, hermano, tienes
que
cambiar, Choto, Pichulita, te estás volviendo antipático,
Mañuco, las
chicas ya no querían juntarse con él, te creían un bandido,
un sobrado
y un pesado. El, a veces tristón, era la última vez,
cambiaría, palabra
de honor, y a veces matón, bandido, ¿ah sí?, ¿eso decían de
mí
las rajonas?, no le importaba, las pituquitas se las pasaba,
le resbalaban,
por aquí.
En la fiesta de promoción -de etiqueta, dos orquestas, en el
Country
Club-, el único ausente de la clase fue Cuéllar. No seas
tonto, le decíamos,
tienes que venir, nosotros te buscamos una hembrita, Pusy ya
le habló a Margot, Fina a Ilse, la China a Elena, Chabuca a
Flora, todas
querían, se morían por ser tu pareja, escoge y ven a la
fiesta.
Pero él no, qué ridículo ponerse smoking, no iría, que más
bien nos
juntáramos después. Bueno Pichulita, como quisiera, que no
fuera,
eres contra el tren, que nos esperara en El chasqui a las
dos,
dejaríamos a las muchachas en sus casas, lo recogeríamos y
nos iríamos a
tomar unos tragos, a dar unas vueltas por ahí, y él
tristoncito eso sí.
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