Sentada de cuclillas en la cama,
ella lo miró largamente, le recorrió el
cuerpo desnudo de la cabeza a los pies, como estudiándole las pecas y los
poros, y dijo:
-Lo único que te cambiaría es el
domicilio.
Y desde entonces vivieron juntos,
fueron juntos, y se divertían peleando
por el diario a la hora del desayuno, y cocinaban inventando y dormían
anudados.
Ahora este hombre, mutilado de
ella, quisiera recordarla como era.
Como era cualquiera de las que ella
era, cada una con su propia gracia y poderío, porque esa mujer tenía la
asombrosa costumbre de nacer con frecuencia.
Pero no. La memoria se niega. La
memoria no quiere devolverle nada más que ese cuerpo helado donde ella no
estaba, ese cuerpo vacío de las muchas mujeres que fue.
Lo que alguna vez fuimos... Me gustó mucho como describe el paso del tiempo. Cecilia
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