Es fácil dejar a un niño a merced de los pájaros.
Mirarle sin asombro los ojos de luces indefensas.
Dejarle dando voces entre una multitud.
No entender el idioma claro de su media lengua.
O decirle a alguien: es suyo para siempre.
Es fácil, facilísimo.
Lo difícil es darle dimensión de un hombre verdadero.
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