(continúo la trascripción de notas de mis conversaciones con J., en el período de
1982 a 1990).
- Ya que tenemos que cambiar nuestra actitud con relación al sexo, ¿cuál es el
primer paso?
- Ya te lo dije: la entrega. Las personas piensan que, antes de permitirse cualquier
placer, necesitan resolver todos sus problemas, y no es exactamente así. Las
personas solo resuelven sus problemas cuando se permiten ser ellas mismas.
Sucede, sin embargo, una cosa muy curiosa: en el acto sexual somos
extremadamente generosos, y nuestra mayor preocupación es justamente con
respecto a nuestra pareja. Pensamos que no conseguiremos darle el placer que
se merece, y a partir de ahí nuestro placer también disminuye o desaparece por
completo.
- ¿No es un acto de amor, como decías?
- Depende. En verdad es un acto de culpa, de encontrarse siempre por debajo de
las expectativas de los otros. En una situación como esa, la palabra “expectativa”
debe ser desterrada por completo. Si estamos dando lo mejor de nosotros
mismos, no hay de qué preocuparse.
Es preciso ser conscientes de que cuando dos cuerpos se encuentran, están
entrando juntos en un territorio desconocido. Transformar eso en una experiencia
cotidiana es perder la maravilla de la aventura.
Si, entretanto, nos dejamos guiar en este viaje, terminaremos descubriendo
horizontes que nunca hubiéramos podido imaginar que existieran”.
- ¿ Existe alguna llave?
- La primera es: tú no estás solo. Si la otra persona te ama, está sintiendo las
mismas dudas, por más segura que pueda parecer.
La segunda: abre la caja secreta de tus fantasías y no tengas miedo de
aceptarlas. No existe un patrón sexual, y tú necesitas encontrar el tuyo,
respetando solamente una prohibición: jamás hacer nada sin el consentimiento del
otro.
La tercera: da a lo sagrado el sentido de lo sagrado. Para eso es necesario tener
la inocencia de un niño y aprender a aceptar el milagro como una bendición. Sé
creativo, purifica tu alma a través de rituales que tú mismo inventas – como crear
un espacio sagrado, hacer ofrendas, aprender a reír junto al otro para romper las
barreras de la inhibición. Entiende que lo que estás haciendo es una manifestación
de la energía de Dios.
La cuarta: explora tu lado opuesto. Si eres hombre, procura a veces pensar y
actuar como una mujer, y viceversa.
La quinta: entiende que el orgasmo físico no es exactamente el único objetivo de
una relación sexual, sino una consecuencia, que puede suceder o no. El placer
nada tiene que ver con el orgasmo, sino con el encuentro.
La sexta: sé como un río, fluyendo entre dos márgenes opuestas, como montaña y
arena. De un lado está la tensión natural, del otro está la relajación completa.
La séptima: identifica tus miedos, y compártelos con tu pareja.
Y, finalmente, la octava: permítete sentir placer. Así como estás ansioso para dar,
la otra persona también quiere hacer lo mismo. Si cuando dos cuerpos se
encuentran, ambos quieren dar y recibir, los problemas desaparecen.
Dice Alejandro Lowen que el comportamiento natural del ser humano es estar
abierto a la vida y al amor. Sin embargo, nuestra cultura nos hace creer que no es
así, que debemos estar cerrados y desconfiados. Pensamos que actuando de esta
manera no seremos heridos por las sorpresas de la vida pero lo que sucede en
realidad es que no la estamos aprovechando nada.
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